En vísperas de un nuevo año, no nos sería difícil -resultaría tentador- enumerar las actividades profesionales realizadas a dos años de la creación de la Psicocardiología como un área diferenciada en la Psicología de la salud. Más allá de los artículos publicados, la instalación de una página en Internet, cursos, presentaciones en Congresos, el reconocimiento de los medios audiovisuales y gráficos, y un libro publicado -cuya importancia es esencial- nos interesa resaltar la instalación de un nuevo abordaje en la recuperación del enfermo cardíaco y en la prevención de la enfermedad.
La importancia de esto radica, tal vez, en que siendo, en teoría, la inquietud de una investigación psicológica, su labor se deba desarrollarse, necesariamente, en el terreno de la Cardiología. Esto, obviamente, acentúa la riqueza y complejidad del problema.
El descubrimiento de esta nueva demanda terapéutica, aún no cubierta, no es nuestro. Como suele suceder, es del propio paciente. Es éste quien nos indica la clave de su padecimiento; su resistencia tenaz y precisa. Es éste quien nos dice qué lo ha curado, o por qué no mejora como quisiera. Por esto, nos referimos, aquí, a nuestro balance de dos años.
La evolución de la Medicina, su desarrollo tecnológico, el abordaje farmacológico y quirúrgico de la enfermedad coronaria, lleva décadas de depararnos ininterrumpidas maravillas. Pero, desde hace dos años, estamos aprendiendo por qué el paciente no puede aprovechar del todo tanto progreso.
Las proyecciones de la OMS auguran para el año 2020 un liderazgo de la enfermedad coronaria como causa de muerte. Nuestra experiencia en el entendimiento psicológico del enfermo coronario data de diez años. La dificultad en la prevención y en la recuperación nos las ha revelado el propio paciente. Y es esta nueva manera de escucharlo la que nos arroja abruptamente al territorio de la Medicina.
En este caso, hemos alertado sobre la necesidad de redefinir el enfoque de la prevención y rehabilitación en la cardiopatía coronaria, en resaltar la precocidad, y aún la urgencia, de esta terapéutica y en encararla y dirigirla a partir de la particularidad psicológica de cada paciente. Sabemos de la amplitud sobrecogedora de este desafío, de su enorme implicancia psicológica, médica y social.
A medida que avanzamos, compartimos el asombro de quienes nos han escuchado y se han acercado. Por eso hablamos, con prudencia, de nuestro balance de dos años. Aunque sospechemos que son sólo los primeros pasos. |