Desde diferentes investigaciones y desde la práctica clínica —en particular en el trabajo en programas de rehabilitación— se ha destacado los beneficios de la integración social en relación a la enfermedad cardíaca, tanto en la disminución de episodios agudos, como de la mortalidad asociada a estos.

Este apoyo se vuelve esencial cuando es necesario modificar hábitos que nos llevaron a enfermar, como el tabaquismo o una dieta nociva para nuestro corazón.

Pero, el apoyo social también es un factor importante a considerar en los programas de prevención de la enfermedad.

La eficacia en la toma de conciencia de la enfermedad y al nuevo modo de vida que será necesario adoptar —para prevenir o para rehabilitar—, dependerá no sólo de las variables propias de la enfermedad y su manifestación en la persona afectada sino, también, de las redes de apoyo social con que esta persona cuenta.

Estas redes de apoyo social son básicamente:

• la pareja y la familia
• los amigos
• el personal médico y sanitario del entorno hospitalario

Las funciones que cumple el apoyo social son variadas. Desde el punto de vista psicológico merecen destacarse:

• un apoyo emocional que permite a la persona sentirse cuidada y protegida en momentos de mucha vulnerabilidad como es el momento de inmediatamente posterior a un evento agudo o frente a un diagnóstico severo.
• ayudar a recuperar la tranquilidad y seguridad seriamente comprometidas bajo estrés.
• el sentimiento de pertenencia a un grupo con intereses comunes y el apoyo motivacional para emprender los cambios de hábito necesarios para recuperarse de la enfermedad y comenzar una vida cardiosaludable.

Desde el punto de vista preventivo, el apoyo social puede impedir:

• la adopción de conductas insanas que inciden en el desarrollo de la enfermedad
• la recaída en estos hábitos después de pronosticada la enfermedad, o de la ocurrencia de un evento agudo (prevención secundaria).

En resumen:

Una fuerte integración social potencia la aparición de conductas saludables

Esta efectividad de las redes de apoyo social —formales e informales— se reconoce, entre otras cosas, por el valor que adoptan como accesibles canales de información.

La práctica clínica, —confirmada por diferentes investigaciones— ha comprobado que el apoyo de las redes sociales:

• altamente beneficioso para aquellas personas que presentan personas hostiles o con rasgos descriptos bajo el modelo de conducta tipo A, reduciendo la reactividad fisiológica.
• puede aumentar la resistencia al estrés, percibiendo las situaciones amenazantes como menos estresantes.
• reconocerse apoyado por el grupo de pertenencia permite el desarrollo de patrones de respuestas adaptativas saludables que disminuyen el riesgo de enfermedad.

El resultado de la integración social siempre será beneficioso si la persona percibe la disponibilidad de sus redes de apoyo y, como consecuencia, se siente querido y reconocido por su grupo.

La percepción de disponibilidad de recursos tangibles, económicos, físicos, psicológicos y socioculturales, disminuye la posibilidad de adopción de patrones de respuesta nocivos frente a las fuertes demandas del ambiente, reduciendo el riesgo de desarrollar la enfermedad.