Medicina / tecno estrés
La presión por adaptarse a la tecnología enferma
Los cambios tecnológicos parecen correr más rápido que lo que el cerebro humano puede asimilar. En el intento por no quedarse afuera, mucha gente empieza a padecer severos cuadros de estrés. Qué dicen los expertos.
Por Arizona Gáudino
La diferencia entre cambios rápidos y cambios demasiado rápidos parece trivial. Sin embargo, ese “demasiado” divide las aguas entre la salud y la enfermedad, entre la adaptación y el estrés.
El tecno estrés es la incapacidad de enfrentarse a la tecnología de la información y sus cambios acelerados “de un modo psicológicamente saludable”, definió a PERFIL Mirta Laham, directora del Instituto de Psicocardiología, que se encarga del estudio y la atención del paciente cardíaco. “O te adaptas o mueres”, parece ilustrar muy bien esta definición. Según Laham, las consultas por este tipo de estrés crecieron el 20% en los últimos cinco años.
Esta nueva patología puede aparecer bajo dos modalidades opuestas: por un lado, como una aversión a la tecnología, que a veces se convierte en una tecnofobia. Es más habitual en las personas de mayor edad, que apelan a mecanismos de defensa del tipo “soy chapado a la antigua”, “esto no es lo mío”. Pero el mundo tecnológico no está dispuesto a dejar escapar a nadie: aunque no se trabaje, muchos turnos, trámites y otras gestiones hoy se realizan únicamente por Internet y tarde o temprano habrá que vérselas con la PC, o pedir ayuda a hijos o nietos. Para Laham, “aunque lo oculten, esto provoca mucho enojo e impotencia y la sensación de haberse quedado atrás”.
En el otro extremo, se manifiesta como una identificación exagerada con la tecnología; es el caso de las personas que “no se pueden despegar” de la computadora, que están siempre tratando de ganar la carrera a la innovación, que padecen si no tienen lo último.
El cambio es tan intenso y rápido que “genera estrés incluso en los que ya se adaptaron”, señaló Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. “Nos preocupa porque está aumentando mucho en los jóvenes”, dijo.
Opción. Una variante del tecno estrés es el síndrome de fatiga informativa: exceso de información que paraliza el análisis y afecta la búsqueda de soluciones y la toma de decisiones. Cuando la conexión es continua –computadoras hogareñas siempre encendidas, celulares que no se apagan “por las dudas”– hay una invasión a la intimidad que puede favorecer el desempeño, pero conlleva un estado de alerta permanente.
Las causas que desencadenan el tecno estrés dependen en parte del tipo de personalidad. “En general se trata de la personalidad tipo A: compulsiva, dinámica, activa, con tendencia al logro, competitiva, intolerante a la frustración, ansiosa y que ve en el entorno una amenaza constante”, enumeró López Rosetti.
Estas personalidades “detonan” ante específicas causas ambientales: imposibilidad y a la vez necesidad de asimilar los vertiginosos cambios tecnológicos, lentitud de las computadoras, pérdida de datos, errores de la programación, invasión de mensajes no deseados, caída del sistema, información abrumadora y difícil de clasificar o presencia de virus, entre otras bombas de tiempo.
Atención. Los primeros síntomas de que algo anda mal son pérdida de autoconfianza y motivación para el trabajo, problemas en el rendimiento laboral y conflictos en las relaciones interpersonales. A su vez, esto acelera el sistema simpático y, explicó Laham, “ocasiona ansiedad, irritabilidad, problemas de memoria, concentración, depresión, frustración e ira, sensación de vulnerabilidad y hasta el síndrome de piernas inquietas. Así se va degradando la salud, propiciando el desarrollo de gastritis, úlceras, problemas dermatológicos, insomnio, hipertensión, hasta llegar al evento coronario”, indicó.
Consejo. Para aprender a surfear la tecnología sin necesidad de sumergirse en ella (y mucho menos hundirse), López Rosetti recomendó “establecer los propios límites en forma conciente. Pensar qué herramientas le alcanzan a uno para su tarea y utilizar sólo esas. La eficiencia no debe enfermar”. Además, aconsejó tener siempre en cuenta que “si se cae un programa, no cayó un tótem; es sólo un programita”, minimizó.
Por su parte, Laham alentó a tolerar la frustración que provoca la tecnología y en el caso de sentirse abrumado, buscar apoyo en la psicoterapia para fortalecer la autoestima. La idea, siempre, es ser usuarios de la tecnología y no sus esclavos.
Directo al corazón
El tecno estrés está directamente ligado a las tensiones que se viven en el ámbito laboral, y según las investigaciones del Instituto de Psicocardiología, el 60% de los episodios cardiovasculares está ligado a lo que pasa en la oficina. “Se ve más en los hombres, pero hay muchas mujeres de 50 años, con buenos puestos, en las que el infarto aparece luego de algún problema en el trabajo”, señaló Mirta Laham.
El paciente coronario, es decir, aquél que ya tuvo un infarto o que tiene propensión a tenerlo o factores de riesgo como tabaquismo, colesterol, hipertensión, comparte muchas caracterìsticas de personalidad con los que padecen tecno estrés y lo hace más vulnerable a él. Según indicó Laham, esas personas con tendencia a desarrollar algún problema cardíaco suelen tener un estado de mayor irritabilidad que el resto, son muy ansiosas y caen en arrebatos de ira y frustración. Paradójicamete, a esta última le tienen poca o nula tolerancia.
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