En las enfermedades crónicas la relación que se establece entre los profesionales de la salud y la persona afectada tiene una gran importancia.
Todas las personas cuando enfermamos experimentamos una serie de reacciones emocionales ante la enfermedad que debemos tener en cuenta, en la evaluación diagnóstica (incluso en la información del mismo a la persona afectada) y a lo largo del tratamiento. Sin perder de vista la consideración permanente a la calidad de vida del paciente crónico.
En la medida en que una gran mayoría de las enfermedades crónicas son consecuencia de un estilo de vida insalubre habrá que tener en cuenta los factores psicológicos desde un primer encuentro con la persona enferma.
El estrés, la ansiedad y la depresión son estados psicológicos que predisponen al desarrollo de diferentes enfermedades.
Al igual que la respuesta adaptativa de estrés, se considera a las emociones como procesos adaptativos que activan el organismo ante los cambios del medio ambiente, movilizando una serie de recursos psicológicos.
Una respuesta adaptativa puede repercutir en la salud:
- de modo directo generando episodios agudos, (como es el caso de la enfermedad coronaria)
- de modo indirecto favoreciendo la adopción de conductas de riesgo para la salud (como es el caso de la asociación entre estrés y tabaquismo y/o alcoholismo).
Las emociones negativas y los procesos adaptativos a las situaciones de nuestro entorno no influyen en la salud a través de un único mecanismo, sino que ejercen su influencia en diferentes modos y momentos del proceso de la enfermedad.
Actualmente, se acepta ampliamente que la interacción entre los procesos cognitivos y los procesos emocionales o afectivos en general operan en la base de diversos trastornos orgánicos.
La función primordial de la emoción sería la de organizar dicha activación psicológica y orgánica, para lo cual genera, no sólo cambios fisiológicos, sino alteraciones en otros procesos psicológicos como, por ejemplo, la atención, la percepción y la memoria, con el fin de dar una respuesta eficaz y rápida a la situación en la que estamos inmersos.
Del mismo modo que una respuesta de estrés, la respuesta emocional puede ser perjudicial a largo plazo constituyéndose en un factor que, en convivencia con otros más específicos, desencadena enfermedades. En este sentido, son altamente significativos los trabajos que prueban la relación entre las emociones y las disfunciones inmunológicas, en particular centradas en cáncer, y la relación entre las emociones y la enfermedad coronaria.
Así, y tomando en cuenta las evidencias epidemiológicas, clínicas y experimentales puede afirmarse que tanto el estrés como la ansiedad y la depresión:
1. constituyen un riesgo para la salud
2. afectan los hábitos de salud y, por lo tanto, la calidad de vida
3. bajo episodios agudos, pueden agravar ciertas enfermedades
4. pueden distorsionar la conducta de los enfermos complicando la rehabilitación de la enfermedad.
En términos generales, tanto la respuesta nerviosa, como la respuesta hormonal, definen las grandes líneas de adaptación a los estímulos ambientales. Sin embargo, muchas veces la respuesta adaptativa es causada por enfermedad, en especial en casos de estrés no prolongado o interno.
El estrés influye en el organismo volviéndolo más vulnerable a la enfermedad
La respuesta adaptativa puede desviarse bajo estrés. La más común de las enfermedades causadas por estrés —la enfermedad de adaptación— es la úlcera péptica en el estómago y en la parte alta del intestino. También encontramos significativos efectos del estrés en la hipertensión, infartos de miocardio, ACV y enfermedades de la piel.
Por su parte, también, la personalidad puede ser un factor psicológico importante en el desarrollo y evolución de algunas enfermedades. En este sentido, los modos de interpretar las situaciones estresantes y las consiguientes respuestas adaptativas nos permite distinguir diferentes perfiles de personalidad, también llamados patrones de conducta. Tradicionalmente, se han definido tres tipos de personalidad, a su vez, relacionados con diferentes trastornos de salud: los tipos A, B, y C.
El patrón de conducta tipo C se encuentra en individuos obsesivos, introvertidos, que interiorizan su respuesta al estrés. Según las estadísticas, presentan una mayor predisposición a contraer infecciones, alergias, dermatitis varias, reumas y hasta cáncer. Su respuesta de estrés afecta su sistema inmunológico.
Bajo el tipo B encontramos sujetos relajados y abiertos a las emociones, tanto positivas como negativas. Hay una mayor participación en los mecanismos de adaptación o respuesta al estrés. Pero, estos pueden ser desencadenantes, en algunos casos, de procesos neuróticos y depresivos.
Por su parte, las personas con un patrón de conducta tipo A presentan una respuesta autonómica al estrés (por la activación del sistema simpático adrenal) y están más propensos a padecer enfermedades cardiovasculares.
El siguiente cuadro presenta las características principales de estos tipos de personalidad en relación con los trastornos de salud:
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TIPO A
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TIPO B
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TIPO C
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Rasgos
Psicológicos
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Hiperactivo
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Rápido
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Impaciente
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Hostil
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Competitivo
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Relajado
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Tranquilo
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Confiado
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Atento a la satisfacción y el bienestar personal
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Cooperador en extremo
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Pasivo
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No asertivo
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Apacible
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Conformista
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Relaciones Interpersonales
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Problemáticas:
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Dominancia
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Tensión
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Agresividad
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Con abierta expresión de sus emociones, incluyendo la ira
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Sumisas:
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Deseo de agradar
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Control de la ira
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SN
Conceptual
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Sistema lucha-huida
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Sistema inhibidor de la acción
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Sistema inhibidor de la acción
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Riesgo Patógeno
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Cáncer
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Enfermedades infecciosas varias
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Según Henry (1986) un alto porcentaje de personas que acuden a la consulta médica —entre el 50% y el 90%— lo hacen en referencia a síntomas físicos causados por las emociones. Los procesos emocionales intensos aumentan la probabilidad de desfasajes en el equilibrio de los sistemas fisiológicos y en general de la homeostasis en nuestro organismo. Así, están directamente relacionados con el aumento de disfunciones que conducen a una enfermedad.
En cada persona la probabilidad de riesgo de diferentes disfunciones variará según sea su tipo de respuesta adaptativa —que dependerá, a su vez, de la evaluación subjetiva de las situaciones en las que se encuentre inmerso— y de la fortaleza/debilidad de cada uno de los sistemas implicados en la respuesta. Todas las personas tenemos un sistema estructural o funcionalmente más débil que los otros, y éste será el candidato a padecer con mayor seriedad las consecuencias negativas de una respuesta adaptativa. En algunas, el sistema más débil puede ser el inmunológico, en otras el cardiovascular, mientras que otras pueden acusar debilidad en el sistema gastrointestinal o a nivel cutáneo. En el caso específico de la respuesta adaptativa emocional, los sistemas más proclives a la disfunción son el inmunológico y el cardiovascular.
A modo de ejemplo, presentamos en el siguiente cuadro una clasificación sobre las influencias de las emociones sobre los distintos sistemas del organismo y las posibles enfermedades que ayudarían a desarrollar (Hafen, Frandsen y Smith, 1996):
Ansiedad
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Ira/hostilidad
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Depresión
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Estrés
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Disfunciones sexuales
Trastornos de sueño
Trastornos de alimentación
Coronariopatía
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Angina de pecho
Hipertensión
Úlceras gástricas
Artritis
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Cáncer
Asma
Problemas capilares
Cardiopatías
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Alergias
Problemas dentales
Lumbalgias
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