Las enfermedades crónicas que en una gran medida son el resultado de la conjunción de múltiples causas, donde se destacan las psicológicas, sociales y culturales, han dejado de manifiesto la insuficiencia del modelo tradicional de la medicina.
Dicho modelo, conocido como el modelo biomédico, excluye los factores psicológicos y socioculturales que modulan nuestro comportamiento y constituyen nuestro estilo de vida. Frente a este modelo de la medicina tradicional se ha planteado un modelo alternativo que toma en cuenta de modo significativo los factores psicológicos, sociales y culturales junto con los biológicos y medioambientales como determinantes en el desarrollo de las enfermedades, en su manifestación aguda y necesarios al diseñar la rehabilitación de las mismas. Este modelo recibe el nombre de modelo biopsicosocial.
El modelo biomédico
Este modelo fue establecido por Bright en el siglo XIX. Se basa en un enfoque patologista apoyado en la dicotomía mente-cuerpo.
Como ya señalamos, no contempla otras causas que las biológicas para enfocar el diagnóstico. Promueve una división anatómico-patológica de la medicina donde la persona enferma queda seccionada según cada especialidad. El tratamiento es el resultado de una objetivación bajo un supuesto curativo, y, en virtud de este rasgo de objetividad, se vuelve externo e independiente de la persona afectada y del médico interviniente.
Bajo este modelo encontramos una concepción negativa de salud, a la que se entenderá como ausencia de enfermedad. A su vez, la enfermedad se explica a partir de las alteraciones fisiológicas de la persona, desconociendo los procesos psicológicos y los aspectos socioambientales del proceso salud-enfermedad.
En los últimos trescientos años ha predominado tanto en la filosofía como en la ciencia una concepción dualista del hombre que asume la separación entre mente y cuerpo. Sin embargo, esta concepción no fue siempre dominante en la historia de la humanidad.
En antiguos libros de medicina china encontramos la postura de que para mantener una buena salud era importante sostener un balance con el entorno. Para los chinos la salud era el resultado de una armonía conjunta de la mente y el cuerpo con la naturaleza en la que el hombre estaba inmerso.
También las culturas clásicas de Grecia y Roma, incluso en el Medioevo occidental se propició una fuerte relación —y, muchas veces, la unidad— entre la mente y el cuerpo.
Esta posición holista subraya la interacción entre los factores biológicos y las diferentes personalidades o, al menos, los rasgos psicológicos más representativos. A su vez, salud y enfermedad eran un producto de un organismo en su totalidad.
Esta mirada integradora pierde su predominio en el siglo XVII cuando el estudio y comprensión de la mente/alma fue expulsada de la ciencia médica y relegada a la consideración de la religión o de la filosofía. La ciencia médica moderna nace del estrechamiento del campo médico a los límites del cuerpo, respondiendo al nuevo paradigma dualista que separaba, como independientes, el cuerpo y la mente.
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